Por último, el brillo que aconseja Séneca no busca aplausos. La luz de la acción virtuosa es efecto, no objetivo. En De Tranquillitate Animi, recomienda un equilibrio que evita tanto el aislamiento orgulloso como la exhibición ansiosa: actuar bien y con medida. La adversidad, entonces, no es escenario para el ego, sino ocasión de servicio. Si la obra habla por sí misma —porque alivia, ordena, cura o previene—, la determinación queda pulida y la comunidad, fortalecida. Así, la prueba se convierte en puente: del yo al nosotros, de la intención a la mejora real. [...]