Por último, si el dolor nace de la sorpresa y de pérdidas no metabolizadas, la salida pasa por dosificar y dotar de sentido. Prácticas como rituales de cierre y bienvenida, mapas de transición (Bridges, 1991) y pequeñas apuestas —small bets— que fragmentan la incertidumbre (Peter Sims, 2011) reducen el error de predicción. A ello se suma la exposición gradual: ensayar versiones piloto del futuro, co-crear significados en comunidad y reencuadrar el cambio como aprendizaje. Así, en lugar de un corte traumático, la mente vive una serie de aproximaciones con señales de seguridad. Shelley tenía razón en el diagnóstico; nuestra tarea es gestionar el tempo. Cuando el cambio deja de ser un estallido y se vuelve relato, el dolor se transforma en comprensión y, finalmente, en agencia. [...]