Para aterrizar lo anterior, conviene traducir la indignación en rutinas. Primero, definir un gesto mínimo pero recurrente: asistir cada semana a una asamblea, llamar a un representante, o apoyar una red local. Luego, calendarizar y añadir compañeros de responsabilidad que compartan metas y roten tareas, reduciendo el agotamiento. Además, medir indicadores de proceso —personas formadas, reuniones logradas, compromisos obtenidos— y ajustar tácticas cada mes. Finalmente, cuidar el descanso y celebrar avances, porque la esperanza también se entrena. Así, la consigna de Baldwin se vuelve método: quien sigue acudiendo convierte el momento en movimiento, y el movimiento en cambio. [...]