Por eso, la consigna trasciende la pintura: escribir con la mano que tacha y reescribe, cocinar con el gusto que ajusta una y otra vez, diseñar escuchando a los materiales y a las personas. Cuando el esfuerzo se hace visible —en textura, precisión, atención— el mundo lo siente y confía. En última instancia, la invitación de Van Gogh es a comprometer el cuerpo con lo que amamos; porque solo así los colores, sean pigmentos o metáforas, comunican algo verdadero y permanecen. [...]