El tránsito hacia la grandeza docente es gradual y deliberado: formular preguntas auténticas, contar historias que sitúen el contenido, diseñar tareas con destinatarios reales, ofrecer elecciones significativas y practicar retroalimentación centrada en el proceso. Además, modelar vulnerabilidad intelectual —“no lo sé aún; investiguemos”— legitima la curiosidad. Co-crear criterios de evaluación y celebrar el progreso visible refuerza competencia y pertenencia. Con el tiempo, la clase deja de girar en torno al profesor y se organiza alrededor de problemas que importan. Entonces, decir, explicar y demostrar encuentran su culminación natural: estudiantes que, inspirados, aprenden con otros y para algo más grande que la nota. [...]