En última instancia, Epicteto abre la puerta táctica: distinguir lo que depende de nosotros de lo que no (Enquiridión, 1). Al centrar el pensamiento en lo controlable y dedicar el trabajo a esos frentes, se altera el curso práctico de la vida, aunque el mundo conserve sus límites. Así, cambiar el destino significa orientar el presente hacia actos justos y eficaces, cuyo encadenamiento produce nuevos horizontes. Pensar bien fija la dirección; trabajar bien mueve la rueda. Juntos, convierten la posibilidad en una realidad que, al fin, nos transforma. [...]