Finalmente, entender la adversidad como pedagoga amarga permite reconciliar el dolor con la esperanza. En vez de huir del sufrimiento, muchos encuentran sentido resignificándolo: cada golpe recibido es una enseñanza en potencia. Así, la vida nos invita a atesorar incluso las lecciones más duras, reconociendo su papel imprescindible en nuestro crecimiento personal y social. [...]