Finalmente, Gibran nos invita a sostener el impulso. En El Profeta (1923) afirma que “el trabajo es el amor hecho visible”; por analogía, el activismo es la belleza hecha hábito. Mover montañas implica repetir gestos pequeños hasta que cambian el relieve: firmar hoy, organizar mañana, cuidar siempre.
Cuando el arte deja una ruta clara —y una comunidad para recorrerla—, la emoción inicial se convierte en constancia. Así, la belleza ya no solo brilla: también construye. [...]