Primero, decidir criterios de descarte antes de enamorarse de una idea—umbral mínimo de evidencia, tiempo límite, o “reglas de matar” proyectos—reduce sesgos. Segundo, mantener una lista not-to-do (la vía negativa de Taleb en Antifrágil, 2012) libera tiempo para lo valioso. Tercero, realizar postmortems sin culpables en equipos convierte errores en manuales de mejora.
Por último, medir el progreso por aprendizajes, no solo por resultados, evita confundir un no útil con un fracaso. Así, el rechazo deja de ser pared y se vuelve compás: afina la dirección mientras seguimos avanzando. [...]