Así, la conclusión natural es que, así como el sol no escoge a quién iluminar, también nosotros estamos llamados a compartir y expandir la alegría sin exclusión. Historias de solidaridad, como el movimiento de jardines comunitarios en barrios marginados, demuestran cómo la alegría puede multiplicarse cuando se comparte. De este modo, el mensaje de Beecher permanece vigente: la alegría no es privilegio, sino herencia colectiva que debemos cuidar y repartir con generosidad. [...]