Finalmente, la máxima “nada quedará sin gobernar” cobra sentido cuando el líder actúa como jardinero que prepara suelo y riega, no como escultor que golpea hasta imponer forma. El Daodejing (cap. 8) compara la virtud con el agua: útil a todos, sin contienda, siempre en lo bajo. Al reducir el ruido del deseo y colmar la suficiencia, el orden emerge con suavidad. Así, gobernar es despejar el cauce: si el río fluye sin obstáculos, el paisaje se armoniza por sí solo. [...]