El Camino del Conocimiento: De la Duda a la Verdad
Creado el: 28 de junio de 2025

Dudando llegamos a preguntar, preguntando llegamos a la verdad. — Pedro Abelardo
El valor inicial de la duda
Pedro Abelardo, influyente filósofo medieval, reconoció el papel esencial de la duda en el proceso de aprendizaje. Antes de cualquier certeza, es la inquietud intelectual la que nos mueve a interrogar el mundo. Así como Sócrates en la antigua Atenas instaba a sus discípulos a cuestionar lo que parecía evidente, Abelardo subraya que la duda no es un obstáculo, sino el punto de partida hacia el esclarecimiento.
Preguntar como acto transformador
Transitando desde la duda, el acto de preguntar se convierte en una poderosa herramienta de conocimiento. Formulando preguntas precisas, podemos desmenuzar los supuestos y navegar el océano de la incertidumbre. En sus célebres ‘Sic et Non’, Abelardo organizó el saber de su época en preguntas y respuestas contrapuestas, mostrando que el cuestionamiento sistemático es central en cualquier búsqueda de la verdad.
El diálogo intelectual como motor del progreso
La transición de la pregunta a la verdad implica el intercambio de ideas y argumentos, y Abelardo fue pionero en defender el diálogo como método. Emulando la tradición dialéctica de Platón, situó la conversación entre pares como el escenario ideal para desafiar convicciones y encontrar respuestas más sólidas. Así, la verdad emerge no de la imposición dogmática, sino del debate razonado.
Errores como peldaños hacia el saber
En el trayecto entre preguntar y hallar la verdad, los errores son inevitables. Sin embargo, lejos de ser desfavorables, las equivocaciones permiten definir mejor los límites del conocimiento. Al igual que los científicos contemporáneos aprenden más de los experimentos fallidos que de los exitosos, Abelardo enseñó que admitir la ignorancia y corregir los errores son pasos imprescindibles en este viaje.
La verdad como horizonte abierto
Por último, alcanzar la verdad no es un evento definitivo, sino un proceso continuo motivado por la curiosidad. La célebre observación de Abelardo invita a ver la verdad como una meta cambiante, siempre sujeta a revisión y ampliación conforme surgen nuevas preguntas. Así, el ciclo de dudar, preguntar y descubrir permanece siempre abierto, alimentando el avance tanto individual como colectivo.