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Soltar hábitos para abrir un futuro mejor

Creado el: 10 de agosto de 2025

Deshazte de un viejo hábito para dejar espacio a un futuro mejor. — Isabel Allende
Deshazte de un viejo hábito para dejar espacio a un futuro mejor. — Isabel Allende

Deshazte de un viejo hábito para dejar espacio a un futuro mejor. — Isabel Allende

Del lastre a la oportunidad

Para empezar, la frase de Isabel Allende condensa un movimiento vital: dejar ir lo que nos ancla para que entre lo que nos impulsa. Su propia biografía lo ilustra. Tras el golpe de 1973, partió al exilio y, desde la ruptura, halló una voz renovada: La casa de los espíritus (1982) nació como una carta al abuelo moribundo, un gesto de despedida que se transformó en novela. Así, al soltar un modo de vida y de escritura, hizo espacio para una obra que abrió nuevas rutas. En esa clave, desprenderse de un viejo hábito no es pérdida total, sino transformación: el acto de crear vacío para que la historia cambie de rumbo.

Cómo se teje un hábito

Ahora bien, para soltar conviene entender cómo se forma lo que nos sujeta. Los hábitos se estabilizan en un bucle de señal–rutina–recompensa, popularizado por Charles Duhigg en The Power of Habit (2012), y reforzado por la repetición automática que describe Wendy Wood en Good Habits, Bad Habits (2019). La investigación de Lally et al. (2010) mostró que automatizar una acción puede tardar de 18 a 254 días (mediana: 66), lejos del mito de las tres semanas. Saber esto cambia la expectativa: no fallamos, estamos desanudando un tejido que el cerebro consolidó con paciencia. Así, la renuncia deja de ser una ruptura brusca y se vuelve un proceso: identificar señales, reemplazar rutinas, conservar recompensas.

Vaciar para crear espacio

Entendido el mecanismo, el siguiente paso es ganar espacio mental. La teoría de la carga cognitiva (Sweller, 1988) sugiere que el exceso de estímulos erosiona nuestra capacidad de aprender conductas nuevas. Por eso, reducir ruido es una estrategia, no un capricho. Marie Kondo en La magia del orden (2011) muestra, con el closet, lo que ocurre en la mente: cuando retiramos lo innecesario, lo valioso se vuelve visible y accesible. Igual con los hábitos: al acotar horarios, entornos y tentaciones, despejamos la pista para el despegue. En otras palabras, soltar no es solo decir “no”, sino abrir huecos deliberados donde pueda arraigar el “todavía no” del futuro.

El ritual de empezar de nuevo

De ahí que los rituales importen. Allende inicia sus libros cada 8 de enero, una fecha-umbral que convierte el comienzo en promesa y disciplina; lo contó al hablar de pasión y constancia en su charla TED Tales of Passion (2007). Ese acto fijo, año tras año, es un contenedor para lo incierto: permite dejar atrás borradores, hábitos de duda o dispersión, y encender la página nueva. Del mismo modo, Paula (1994) transforma el dolor en memoria y sentido, mostrando que el rito de escribir puede acompañar duelos y renacimientos. Un ritual bien elegido es una puerta: delimita lo que queda atrás y lo que, por fin, puede empezar.

Estrategias para cortar un hilo

Pasando de la idea a la práctica, elige un hábito y diseña su reemplazo. Las intenciones de implementación de Gollwitzer (1999) ayudan: “Si es 22:00, entonces dejo el teléfono fuera del dormitorio”. Aumenta la fricción de lo viejo (desinstalar apps, activar escala de grises; Alter, Irresistible, 2017) y disminuye la de lo nuevo (libro en la mesa de noche, zapatillas junto a la puerta). Conserva la recompensa: si buscas alivio, cambia azúcar por una llamada breve a un amigo o respiraciones guiadas. Pequeñas victorias encadenadas generan inercia. Y registra avances: un rastro visible convierte lo incipiente en identidad que se confirma a sí misma.

Identidad y futuro posible

A medida que soltamos, emergen nuevas versiones de nosotros. Markus y Nurius describieron los “yoes posibles” (1986): imágenes de quién podríamos llegar a ser que orientan la conducta. James Clear (Atomic Habits, 2018) lo traduce en práctica: actúa como la persona que deseas ser y deja que los votos cotidianos a esa identidad la consoliden. La ficción de Allende ofrece espejos: en Más allá del invierno (2017), personajes golpeados por el pasado encuentran una primavera tardía al reimaginarse; Violeta (2022) atraviesa un siglo reinventándose. Al reemplazar un hábito, no solo cambiamos acciones: damos oxígeno a la narrativa que nos contará mañana.

Soltar con amabilidad y criterio

Finalmente, desprenderse requiere autocompasión y lucidez. Kristin Neff (2003) mostró que la autocompasión mejora la adherencia tras los tropiezos; culparse erosiona la constancia. Además, conviene vigilar el sesgo del costo hundido (Arkes y Blumer, 1985): mantener un hábito solo porque ya invertimos tiempo es pagar peaje al pasado. Mejor preguntar: ¿sirve a mi futuro? Si no, se suelta con gratitud por lo aprendido y paso firme hacia lo que viene. Así, la invitación de Allende se vuelve método: crear espacio, ritualizar comienzos, elegir reemplazos y cuidarse en el trayecto. Solo entonces el futuro tiene dónde aterrizar.