Finalmente, desprenderse requiere autocompasión y lucidez. Kristin Neff (2003) mostró que la autocompasión mejora la adherencia tras los tropiezos; culparse erosiona la constancia. Además, conviene vigilar el sesgo del costo hundido (Arkes y Blumer, 1985): mantener un hábito solo porque ya invertimos tiempo es pagar peaje al pasado. Mejor preguntar: ¿sirve a mi futuro? Si no, se suelta con gratitud por lo aprendido y paso firme hacia lo que viene. Así, la invitación de Allende se vuelve método: crear espacio, ritualizar comienzos, elegir reemplazos y cuidarse en el trayecto. Solo entonces el futuro tiene dónde aterrizar. [...]