Obrar con parentesco en corrientes compartidas
Creado el: 11 de agosto de 2025

Somos caracolas movidas por las mismas corrientes. Obra con ese parentesco. — Nadine Gordimer
La metáfora de las corrientes
Para empezar, la imagen de la caracola nos sitúa en un mundo donde casi nada se mueve por pura voluntad. Una concha viaja según mareas y vientos; del mismo modo, nuestras vidas avanzan impulsadas por historia, lengua, economía y afectos. La caracola no pierde su forma por ceder a la corriente: la adquiere. Así, la invitación de Gordimer consiste en reconocer esas fuerzas antes de proclamarnos capitanes solitarios. Al escucharlas, también oímos el rumor de otras vidas que avanzan a nuestro lado.
Parentesco como brújula ética
Desde ahí, “obra con ese parentesco” propone una ética que no separa identidad y vínculo. El parentesco no es solo sangre: es interdependencia. La filosofía sudafricana del ubuntu lo resume con precisión: “yo soy porque nosotros somos” (Desmond Tutu, No Future Without Forgiveness, 1999). Obrar así implica decisiones prácticas: redistribuir oportunidades, cuidar a quienes cuidan, y evaluar consecuencias más allá del beneficio individual. Si la corriente nos mueve juntos, la brújula no puede apuntar solo a mi puerto.
Gordimer en la Sudáfrica del apartheid
A su vez, la frase nace de una escritora que vivió corrientes turbulentas. En Burger’s Daughter (1979) y July’s People (1981), Gordimer explora cómo el apartheid imponía rumbos y, aun así, invitaba a la responsabilidad mutua entre extraños. En su Nobel Lecture, Writing and Being (1991), defendió que la escritura responde a “los otros”, no al ego aislado. Esa escucha activa —el parentesco como tarea— convierte la literatura en una práctica de ciudadanía, capaz de desnaturalizar la injusticia y abrir alternativas.
De lo íntimo a lo estructural
Asimismo, pensar en corrientes exige enlazar biografía y sistema. C. Wright Mills, en The Sociological Imagination (1959), mostró que “problemas personales” suelen ser “cuestiones públicas”: el desempleo no es solo mérito o fallo individual, sino mareas de mercado, educación y política. Trasladado al parentesco, el cuidado deja de ser sacrificio privado para convertirse en obligación social: licencias, salarios dignos, redes comunitarias. Al cambiar la escala, cambiamos también la forma de obrar.
Ecologías comunes y responsabilidades cruzadas
Además, las corrientes son literalmente oceánicas y atmosféricas. Los giros marinos arrastran residuos que nadie “eligió” recibir: Jambeck et al., Science (2015), estimaron millones de toneladas de plástico entrando al mar cada año; el IPCC, AR6 (2023), advierte que el clima entrelaza riesgos a través de fronteras. Una ciudad que emite, otra que se inunda. Si compartimos aguas y aires, el parentesco se vuelve una contabilidad moral: quién paga, quién repara, quién previene. Obrar es ajustar cuentas con el futuro común.
Prácticas para obrar con parentesco
Finalmente, el parentesco se ejerce en actos concretos: escuchar a los márgenes en el diseño de políticas; invertir en cuidado como infraestructura; adoptar economías regenerativas que devuelvan lo que toman; y narrar puentes en lugar de trincheras. La Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica (1996–2002), presidida por Tutu, mostró que la justicia puede ser también relacional, orientada a reconocer daño y reconstruir vínculos. Obrar con parentesco significa elegir, una y otra vez, la corriente que nos lleva a todos.