Haz de tu obra el mundo deseado
Creado el: 31 de agosto de 2025

Que tu obra sea un espejo que refleje el mundo en el que deseas vivir. — Kahlil Gibran
Del deseo a la práctica
De entrada, Gibran nos invita a transformar el anhelo en acción: si el mundo que deseamos no aparece en lo que hacemos, ese deseo permanece abstracto. Esta intuición conecta con la política prefigurativa (Boggs, 1977), según la cual actuamos hoy como si el mañana ya fuera posible, encarnando en nuestras prácticas los valores que proclamamos. Así, la obra deja de ser producto aislado y se vuelve promesa verificada en lo concreto. A partir de ahí, el espejo no solo refleja: orienta. Al mirarnos en lo que hacemos, confirmamos si nuestras decisiones, alianzas y materiales están alineados con un horizonte de dignidad y cuidado. Cuando esa coherencia falta, el espejo muestra fisuras; cuando aparece, ilumina el camino siguiente.
Ética y estética del espejo
Si pasamos del deseo a la forma, surge la pregunta: ¿cómo se ve un mundo deseable? John Ruskin, en 'Las siete lámparas de la arquitectura' (1849), sostuvo que la belleza es una ética hecha visible. Del mismo modo, Ernst Bloch, en 'El principio esperanza' (1954), habló de anticipaciones concretas: pequeñas materializaciones de futuro en el presente. A diferencia de la mímesis clásica de la 'República' de Platón (ca. 375 a.C.), donde el arte imita lo dado, aquí el espejo es activo: reconfigura lo real según la brújula de nuestros valores. Forma y fondo se copertenecen: elegir colores, ritmos, procesos o gobernanzas es elegir un mundo.
Artes y oficios que prefiguran mundos
Esta unión ética-estética cobra relieve en la historia. William Morris y el movimiento Arts and Crafts (década de 1880) organizaron talleres que dignificaban el trabajo y la materia, anticipando una producción menos alienada. Más tarde, la Bauhaus (1919–1933) integró arte, artesanía e industria para democratizar el buen diseño en la vida cotidiana. En otra escala, las cooperativas de Mondragón (desde 1956) mostraron que la gestión participativa puede sostener innovación y arraigo local. En todos los casos, la obra —objetos, edificios, organizaciones— funcionó como espejo: no solo ilustró ideas, sino que prefiguró relaciones más justas.
Diseño y tecnología con propósito
Llevando esta lógica a lo digital y lo urbano, el software libre como Linux (1991) y Wikipedia (2001) encarnó un mundo colaborativo: licencias abiertas, revisión entre pares y gobernanza distribuida. En la ciudad, Jane Jacobs, en 'Muerte y vida de las grandes ciudades' (1961), defendió calles vivas y diversidad funcional, espejos de convivencia y seguridad comunitaria. Asimismo, 'Design Justice' de Sasha Costanza-Chock (2020) propone procesos centrados en quienes históricamente fueron marginados, corrigiendo el espejo para que no distorsione. Como se parafrasea a Buckminster Fuller, crear modelos que vuelvan obsoleto lo viejo suele transformar más que combatirlo frontalmente.
Educación y trabajo como taller cívico
Para sostener esta coherencia, la formación importa. John Dewey, en 'Democracia y educación' (1916), vio la escuela como laboratorio social; Paulo Freire, en 'Pedagogía del oprimido' (1970), entendió el aprendizaje como práctica de libertad. Si trasladamos estas ideas al trabajo, cada equipo deviene aula cívica donde se ensayan deliberación, corresponsabilidad y cuidado. Mentorías, presupuestos abiertos y criterios de impacto social convierten proyectos en ejercicios de ciudadanía. Así, la obra no solo entrega resultados: forma sujetos capaces de habitar el mundo que dicen querer.
Rituales cotidianos y coherencia
Aun así, sin hábitos concretos el espejo se empaña. Joan Tronto, en 'Moral Boundaries' (1993), situó el cuidado en el centro de la vida pública. Elegir proveedores justos, reducir residuos o compartir conocimiento son rituales que hacen visible ese cuidado. Un ejemplo sencillo: una panadería que elimina plásticos, publica márgenes y paga salario digno crea estándar para su barrio. Estos gestos, repetidos y comunicados, tejen confianza. De esa trama surgen nuevas exigencias y alianzas, ampliando el campo de lo posible.
Medir el reflejo y aprender
Finalmente, todo espejo requiere pulido. El ciclo PDSA de W. Edwards Deming (décadas de 1950) invita a planear, hacer, estudiar y actuar, cerrando el aprendizaje. Una teoría del cambio clara conecta actividades con resultados y efectos, evitando confundir esfuerzo con impacto. Más allá de métricas financieras, conviene añadir indicadores vivientes: relatos de usuarios, encuestas de cuidado y mapas de inclusión. Al combinar datos y diálogo, reajustamos la obra para que refleje, cada vez con mayor fidelidad, el mundo que buscamos.