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Sentido antes de facilidad: una brújula vital

Creado el: 31 de agosto de 2025

Elige el sentido antes que la facilidad y tu camino se iluminará. — Albert Camus
Elige el sentido antes que la facilidad y tu camino se iluminará. — Albert Camus

Elige el sentido antes que la facilidad y tu camino se iluminará. — Albert Camus

Elegir sentido frente a la comodidad

Al tomar la consigna de elegir el sentido antes que la facilidad, se propone priorizar el propósito y la coherencia sobre los atajos cómodos. No se trata de ascetismo, sino de reconocer que la comodidad sin significado vacía y aplaza los conflictos de fondo. Así, cuando decidimos por qué hacemos algo, no sólo qué tan fácil es, el camino se vuelve visible: aparecen criterios para decir sí o no y disminuye el ruido de opciones. Desde esta base, se abre la posibilidad de una vida más íntegra.

Camus, el absurdo y la luz interior

Esta intuición resuena con Albert Camus, para quien el mundo es absurdo porque no responde a nuestras demandas de sentido. Sin embargo, en El mito de Sísifo (1942) muestra que, al asumir la tarea y dotarla de significado, surge una libertad íntima; de ahí su célebre idea de imaginar a Sísifo feliz. La luz no proviene de una respuesta externa, sino de la fidelidad a valores elegidos. A partir de esta fidelidad, la vida deja de ser un rompecabezas sin figura y pasa a ser una obra en progreso que podemos sostener.

La ética de las decisiones difíciles

Elegir sentido implica aceptar costos: demora de gratificaciones, esfuerzo sostenido y renuncias. Sin embargo, esa dificultad ordena el deseo y evita la dispersión. Entre un camino fácil pero hueco y uno exigente con propósito, el segundo ofrece una brújula para atravesar incertidumbres. Así, preferir aprender sobre distraerse, cuidar sobre desentenderse o decir la verdad sobre agradar, no es heroísmo grandilocuente: es una disciplina cotidiana que, con el tiempo, moldea carácter y reputación. Por eso, la decisión ética no sólo resuelve el presente; anticipa quién llegaremos a ser.

Trabajo, vocación y pequeñas rebeliones cotidianas

En la práctica, el sentido se encarna en gestos concretos. «La peste» (1947) retrata al doctor Rieux, que elige cuidar cuando sería más fácil replegarse; su claridad nace de actuar según un sentido compartido. De modo similar, en El mito de Sísifo (1942), la rebelión de empujar la piedra sin autoengaño muestra que la vocación puede estar en la calidad del acto, no en el aplauso. Así, enviar el informe bien hecho, escuchar con atención o sostener una promesa son pequeñas rebeliones contra la inercia. Al encadenarlas, el oficio se vuelve vocación y la rutina, maestría silenciosa.

Iluminación como claridad y dirección

La imagen de la luz sugiere orientación y calma. Cuando el criterio es el sentido, las decisiones se vuelven más nítidas y la energía se concentra. Viktor Frankl, en El hombre en busca de sentido (1946), observó que un porqué robusto sostiene en la adversidad y clarifica el cómo. Esa claridad no elimina el dolor, pero evita el extravío: permite priorizar, pedir ayuda y sostener hábitos que nos alinean con lo que valoramos. Así, el día deja de ser una sucesión de urgencias para convertirse en una secuencia con dirección.

Comunidad, responsabilidad y esperanza sobria

Finalmente, el sentido florece en relación con otros. Elegirlo antes que la facilidad nos vuelve confiables y, por ende, construye vínculos y comunidades resistentes. La solidaridad de «La peste» (1947) muestra que el esfuerzo que tiene motivo compartido se multiplica. Esta esperanza no es ingenua: es sobria, reconoce límites y aun así se compromete. Por eso, elegir sentido no promete éxito inmediato, pero sí una forma de luz que acompaña: la de la responsabilidad asumida, la dignidad del trabajo bien hecho y la serenidad de caminar con dirección.