Vivir sin ensayo: urgencia, elección y propósito
Creado el: 1 de septiembre de 2025

Nunca debes comportarte como si la vida que estás viviendo fuera un ensayo. — Chimamanda Ngozi Adichie
La urgencia de lo irrepetible
Adichie nos recuerda que no hay segunda toma: cada gesto cuenta porque la vida no concede ensayo general. La metáfora teatral ilumina la responsabilidad de actuar ahora, no cuando llegue una perfección imposible. En ese sentido, la conciencia de finitud no es morbo, sino brújula: Ernest Becker, en The Denial of Death (1973), mostró cómo aceptar la mortalidad intensifica el sentido y orienta las prioridades. Desde esa aceptación surge una pregunta práctica: si hoy fuera estreno, ¿qué línea cortaría, cuál subrayaría? Esta urgencia no exige prisa caótica, sino atención deliberada. Con ella, damos paso natural a la siguiente tarea: habitar cada día con propósito y presencia.
Presencia y propósito diarios
La urgencia se vuelve fecunda cuando se ancla en presencia. Viktor Frankl escribió que el sentido no se inventa, se descubre en la respuesta que damos al momento (El hombre en busca de sentido, 1946). Así, cada día deja de ser trámite y se convierte en oportunidad de significar. En la práctica, propósito es criterio para decir sí o no, y presencia es la calidad con que lo sostenemos. Juntas evitan el piloto automático del ensayo infinito. Desde aquí, la pregunta no es solo qué hacemos, sino quién narra lo que hacemos, lo que nos conduce al terreno de la autoría personal.
Tomar la autoría del propio relato
Si no hay ensayo, tampoco puede haber un guion impuesto por un único relato. El discurso de Adichie, 'The Danger of a Single Story' (2009), muestra cómo las narrativas únicas reducen vidas complejas. Rechazarlas es reclamar la pluma y escribir matices: dudas y convicciones, caídas y aprendizajes. Al reescribirnos, dejamos de posponer la versión auténtica para el día de estreno y empezamos a vivirla en escena. Esta autoría exige un acto siguiente: el coraje de elegir, con riesgos reales, porque toda elección pronunciada en voz alta tiene consecuencias.
El coraje de elegir y arriesgar
Elegir en presente rompe la fantasía del ensayo seguro. La investigación sobre procrastinación muestra cómo posponemos decisiones difíciles por buscar comodidad inmediata (Steel, 2007); fijar compromisos y plazos autoimpuestos mitiga ese sesgo (Ariely y Wertenbroch, 2002). Así, el riesgo calculado reemplaza a la espera estéril. No se trata de temeridad, sino de experimentar con intención: prototipos de vida, conversaciones valientes, primeros borradores publicados. Cada acto es una apuesta visible, y su visibilidad nos recuerda que no actuamos solos; de ahí que la siguiente escena convoque a los vínculos.
Vínculos y responsabilidad en escena
Vivir como estreno revaloriza cómo tratamos a los otros: las palabras no se rebobinan. El Estudio de Desarrollo Adulto de Harvard sugiere que la calidad de las relaciones predice bienestar a largo plazo (Waldinger, TED 2015). Por eso, pedir perdón pronto, poner límites claros y celebrar a tiempo son actos de primera función, no de ensayo. Cuando comprendemos esto, el cuidado mutuo deja de ser cortesía y se vuelve ética cotidiana. Para sostenerla, sin embargo, necesitamos rituales y estructuras que encarnen la intención.
Prácticas que hacen real la intención
Las intenciones ganan cuerpo con estrategias simples: intenciones de implementación del tipo si-entonces (Gollwitzer, 1999), bloques de tiempo para lo esencial, y revisiones semanales que ajusten el rumbo. También ayudan micro-rituales con otros: una llamada significativa al día, agradecimientos específicos, o un no bien dicho para proteger lo importante. Estas prácticas convierten la urgencia en hábito, no en ansiedad. Con la base personal y relacional en marcha, es natural extender el foco más allá del yo y preguntarnos por el impacto público.
Del yo al nosotros: impacto cívico
La vida sin ensayo también interpela lo colectivo: hablar, votar, crear y cuidar como si contara porque cuenta. El llamado de Adichie en 'We Should All Be Feminists' (2012; ensayo 2014) muestra cómo una postura personal puede transformar conversaciones y políticas cuando se asume en presente. Así, el escenario final no es el aplauso, sino la coherencia: que nuestras decisiones privadas y públicas se correspondan. Vivir como estreno, entonces, no es vivir de prisa, sino con intención suficiente para que cada acto haga justicia a la única función que tenemos.