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De la educación al cambio social, según Freire

Creado el: 1 de septiembre de 2025

La educación no cambia el mundo. La educación cambia a las personas. Las personas cambian el mundo.
La educación no cambia el mundo. La educación cambia a las personas. Las personas cambian el mundo. — Paulo Freire

La educación no cambia el mundo. La educación cambia a las personas. Las personas cambian el mundo. — Paulo Freire

De la frase a la premisa pedagógica

Para empezar, la sentencia de Paulo Freire nos desplaza del mito de la escuela como máquina de reformas inmediatas hacia un foco más humano: la educación forma sujetos capaces de intervenir en la realidad. En Pedagogía del oprimido (1968/1970), Freire criticó la “educación bancaria”, que deposita contenidos sin despertar conciencia, y propuso el diálogo problematizador como vía para que las personas nombren el mundo y, al nombrarlo, lo transformen. Así, la educación no mueve estructuras por sí sola; mueve voluntades y miradas, y son estas, organizadas, las que empujan los cambios.

Conciencia crítica y agencia

A partir de ahí, la clave es la conscientização: percibir las causas de la injusticia y reconocerse actor político. En los “círculos de cultura” de Recife, campesinos analfabetos debatían palabras generadoras como “tierra” o “salario”, y el lenguaje se volvía herramienta de acción (Freire, 1970). En sintonía, bell hooks, en Teaching to Transgress (1994), concibe el aula como lugar de libertad, donde la experiencia vivida se convierte en conocimiento crítico. La transición del aprendizaje pasivo a la agencia cívica explica por qué la educación, al transformar a las personas, abre posibilidades de transformación colectiva.

Cuando personas cambian el mundo

En la práctica, las biografías muestran el puente entre educación y cambio. La Campaña Nacional de Alfabetización en Cuba (1961) no solo redujo el analfabetismo; convirtió a miles de brigadistas adolescentes en promotores de salud y cultura cívica, con efectos duraderos en sus comunidades. Del mismo modo, Malala Yousafzai llevó una convicción nacida en el aula a un movimiento global por el derecho a la educación (I Am Malala, 2013). Estos casos confirman la tesis: personas formadas en la reflexión crítica amplifican su impacto más allá de la escuela.

Ciudadanía, instituciones y aprendizaje democrático

Además, cuando la formación se orienta a la vida pública, los cambios trascienden lo individual. John Dewey, en Democracy and Education (1916), sostuvo que la democracia es un modo de vida que se aprende practicándola. Un ejemplo es el presupuesto participativo de Porto Alegre (1990s): mediante asambleas y deliberación, vecinas y vecinos adquirieron competencias cívicas y, a la vez, reconfiguraron prioridades urbanas. La educación cívica, entonces, no solo informa; habilita instituciones más permeables a la voz ciudadana.

Límites, tensiones y cooptaciones

No obstante, sería ingenuo pensar que toda educación emancipa. Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron mostraron cómo la escuela puede reproducir desigualdades (La reproducción, 1970). El “currículo oculto” normaliza jerarquías, y la evaluación puede disciplinar más que liberar. El propio Freire advirtió que el diálogo se vacía si no cuestiona el poder. Reconocer estas tensiones no niega la tesis; la afina: formar personas capaces de cambiar el mundo exige instituciones reflexivas, docentes con autonomía y vínculos comunitarios que resistan la cooptación.

Retos actuales: alfabetización digital y acción colectiva

Finalmente, en la era digital, el vínculo freireano se reconfigura. La alfabetización informacional y de datos permite distinguir evidencia de desinformación, condición para la deliberación pública. Iniciativas como los editatones de Wikipedia o la ciencia ciudadana climática transforman aprendizajes en participación concreta, cerrando el ciclo entre conocer y hacer. Si la educación cultiva pensamiento crítico, cooperación y responsabilidad, las personas—en red—pueden traducir ese capital en políticas, tecnologías y prácticas más justas. Así, la frase de Freire cobra vigencia renovada: el cambio comienza en quienes aprenden a mirar y actuar juntos.