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Empieza aquí: la presencia que transforma lo cotidiano

Creado el: 3 de septiembre de 2025

La presencia convierte los momentos cotidianos en bases para el cambio—empieza ahí. — Eckhart Tolle
La presencia convierte los momentos cotidianos en bases para el cambio—empieza ahí. — Eckhart Tolle

La presencia convierte los momentos cotidianos en bases para el cambio—empieza ahí. — Eckhart Tolle

La llave discreta del cambio

En la frase de Eckhart Tolle, “La presencia convierte los momentos cotidianos en bases para el cambio—empieza ahí”, se condensa una vía práctica: no hace falta esperar grandes crisis ni retiros espirituales para transformarnos. Basta con habitar plenamente lo que ya está sucediendo. Así, el semáforo en rojo deja de ser una molestia para convertirse en laboratorio: al notar los hombros tensos y el impulso por revisar el teléfono, elegimos soltar el aire, bajar los hombros y mirar el cielo. Ese gesto mínimo reorienta el día. Esta perspectiva desplaza la transformación del futuro ideal al presente concreto, donde nuestras pequeñas decisiones, repetidas, tejen hábitos y carácter.

Tradiciones que avalan la presencia

Esta intuición no es nueva; de hecho, atraviesa tradiciones. En el budismo, la atención plena (sati) propone morar en cada acto, como recuerda Thich Nhat Hanh en The Miracle of Mindfulness (1975) al “lavar los platos por lavar los platos”. En Occidente, los estoicos hablaron de prosoche, la vigilancia de la mente momento a momento: Epicteto, en el Enchiridion (c. 125 d. C.), aconseja atender a lo que depende de nosotros ahora. Ambas corrientes coinciden en que el presente es taller de libertad. Así, el llamado de Tolle se inserta en un coro antiguo que nos invita a regresar a lo obvio y, por eso mismo, a lo esencial.

Lo que dice la ciencia actual

En la misma línea, la investigación ofrece soporte. Sara Lazar et al. (NeuroReport, 2005) hallaron mayor grosor cortical en regiones asociadas con la atención en meditadores, sugiriendo plasticidad vinculada a la práctica. Judson Brewer et al. (PNAS, 2011) mostraron menor actividad de la red por defecto durante la meditación, patrón asociado con menos divagación mental. Y Killingsworth y Gilbert (Science, 2010) sintetizaron un hallazgo contundente: “a wandering mind is an unhappy mind”. Estas evidencias no piden horas extra, sino calidad de presencia en lo que ya hacemos. En consecuencia, los actos cotidianos—caminar, comer, escribir un correo—se convierten en entrenamiento de atención y regulación emocional.

Micro-hábitos para empezar ahora

Con todo, ¿cómo empezar? Con anclas diminutas: tres respiraciones antes de abrir una puerta; nombrar tres sensaciones corporales al sentarte; sentir el contacto de los pies mientras esperas el ascensor. El protocolo STOP de Jon Kabat-Zinn (Full Catastrophe Living, 1990) resume bien: Stop (detente), Take a breath (respira), Observe (observa), Proceed (continúa). Imagina un correo áspero: aplicas STOP, notas calor en el pecho y mandíbula tensa, respiras y respondes con claridad en lugar de impulsividad. A partir de ahí, la presencia se integra sin fricción, como pequeñas gotas que, con el tiempo, cambian el cauce del día.

Del piloto automático a la elección

A medida que practicamos, el intervalo entre estímulo y reacción se hace habitable. Viktor Frankl, en El hombre en busca de sentido (1946), describe esa libertad última: elegir la actitud ante lo dado. La presencia agranda ese espacio y nos devuelve agencia. Cuando tu hija derrama el jugo, notas la ola de irritación, respiras y eliges enseñar en vez de reprender. Esta transición del piloto automático a la elección no elimina las emociones; más bien, las encauza. Y al encauzarlas momento a momento, el cambio deja de ser un proyecto abstracto para convertirse en un trazo continuo.

De la atención a la compasión

Además, la presencia no solo nos centra: abre la puerta a cuidar mejor de otros. David DeSteno, Paul Condon y colegas observaron que entrenamientos breves de meditación aumentan conductas compasivas (Psychological Science, 2013). Helen Weng et al. hallaron resultados afines con meditación de bondad amorosa (Psychological Science, 2013). Al percibir con claridad lo que ocurre en nosotros, leemos mejor lo que ocurre en los demás; ceder el asiento, escuchar sin interrumpir o escribir un mensaje amable se vuelve la respuesta “natural”. Así, lo cotidiano no solo cambia por dentro, sino también entre nosotros.

Empezar aquí, sostenerlo cada día

Finalmente, “empieza ahí” no es un eslogan, sino una pauta de continuidad: hoy, un minuto al cepillarte; mañana, dos al caminar; pasado, una pausa antes de hablar. Cuando se pierde el hilo, se retoma en el siguiente instante disponible—sin culpa, con curiosidad. Como muestran Tolle y las fuentes citadas, la presencia convierte lo que parecía irrelevante en obra de fondo. Cada momento ordinario, atendido, se vuelve cimiento. Y sobre cimientos así, el cambio deja de ser promesa y se vuelve práctica.