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Levantar el cielo para mirar nuevos horizontes

Creado el: 4 de septiembre de 2025

Alza una esquina del cielo y contempla otro horizonte. — Toni Morrison
Alza una esquina del cielo y contempla otro horizonte. — Toni Morrison

Alza una esquina del cielo y contempla otro horizonte. — Toni Morrison

La imagen que desgarra el velo del mundo

Para empezar, la invitación a “alzar una esquina del cielo” sugiere un gesto de audacia: no derribar el firmamento, sino levantarlo apenas para mirar el otro lado. Ese pequeño pliegue es la grieta por donde entra la posibilidad. En la obra y pensamiento de Toni Morrison, la palabra cumple exactamente esa función: abrir una rendija en lo dado. Su Nobel Lecture (1993) insiste en que lo que hacemos con el lenguaje “puede ser la medida de nuestras vidas”, una afirmación que convierte la imaginación en herramienta ética. Así, contemplar “otro horizonte” no es fuga ni evasión; es el comienzo de una lucidez que reordena lo visible y, con ello, lo posible.

Imaginación como acto de desobediencia política

A continuación, Morrison muestra que imaginar es también desobedecer. En Playing in the Dark (1992) revela la “presencia africanista” que sostuvo el canon literario estadounidense, exponiendo la estructura que se escondía a plena vista. Levantar la esquina del cielo equivale entonces a desbaratar el telón de fondo para mostrar sus costuras. Ese gesto no solo reescribe la historia literaria; reconfigura el suelo moral desde el que leemos. En su prosa, desocultar no es un fin académico, sino una práctica de libertad: al ver lo excluido, se amplía el campo de lo decible y, por ende, de lo vivible. La imaginación, así entendida, es política porque cambia las condiciones de percepción.

Memoria y horizonte en Beloved

Por ello, cuando Beloved (1987) encarna la memoria como presencia que vuelve, la novela alza su propia esquina del cielo temporal. Morrison nombra “rememory” a ese regreso de lo vivido que no cabe en una cronología lineal: la herida no es pasado, sino atmósfera. Al permitir que Sethe y su comunidad miren ese otro horizonte —el de lo que no se quiso ver—, la autora muestra que sanar exige mirar de frente. El río Ohio y la casa 124 funcionan como bordes donde se trenza lo imposible: lo doméstico y lo espectral, lo cotidiano y lo histórico. Mirar más allá aquí significa asumir la verdad hasta que cambie la dirección del viento.

Polifonía que ensancha la perspectiva

Asimismo, la técnica de Morrison abre horizontes al multiplicar voces. En Song of Solomon (1977), el mito del vuelo reconfigura la identidad de Milkman: el salto final no es escape, sino nueva gravedad. De modo afín, Jazz (1992) despliega un narrador cambiante que rectifica su propia mirada, como si la ciudad corrigiera el enfoque del relato. Esa polifonía es una ética formal: obliga a abandonar la comodidad del punto de vista único. Como cuando se observa una ciudad desde varios puentes, cada ángulo revela calles invisibles desde el anterior. Llevado a la vida común, el método sugiere que ninguna historia está completa sin escuchar a quienes quedaron en los márgenes.

Hospitalidad de la mirada y responsabilidad

Ahora bien, levantar el cielo no basta si no aprendemos a sostener lo que aparece. En The Source of Self-Regard (2019), Morrison recopila discursos donde defiende que la libertad se verifica al hacer posible la libertad de otros. La ampliación del horizonte, entonces, demanda hospitalidad: integrar lo nuevo en lugar de domesticarlo. Su Nobel Lecture (1993) ya advertía que el lenguaje puede degradar o liberar; de ahí que la imaginación deba ser precisa y responsable. Mirar más lejos implica, por tanto, un compromiso con el cuidado de lo visto: nombrar sin borrar, narrar sin apropiarse, y crear espacios donde el otro no sea metáfora, sino vecino.

Prácticas para alzar la esquina del cielo

En última instancia, el gesto se aprende con ejercicios concretos. Cambiar de ángulo —como en la paralaje astronómica— transforma las distancias: basta moverse un poco para que se reordene el mapa. Leer voces fuera del propio canon, preguntar “¿qué falta aquí?” antes de “¿quién tiene razón?”, y desconfiar de la primera versión de los hechos son hábitos que preparan la mirada. Incluso en lo cotidiano, narrar un conflicto desde la perspectiva del menos escuchado suele revelar el “otro horizonte” que la prisa oculta. Así, el cielo no se cae: se pliega. Y en ese pliegue, la imaginación de Morrison nos enseña a encontrar espacio para respirar y rehacer el mundo.