En última instancia, el gesto se aprende con ejercicios concretos. Cambiar de ángulo —como en la paralaje astronómica— transforma las distancias: basta moverse un poco para que se reordene el mapa. Leer voces fuera del propio canon, preguntar “¿qué falta aquí?” antes de “¿quién tiene razón?”, y desconfiar de la primera versión de los hechos son hábitos que preparan la mirada. Incluso en lo cotidiano, narrar un conflicto desde la perspectiva del menos escuchado suele revelar el “otro horizonte” que la prisa oculta. Así, el cielo no se cae: se pliega. Y en ese pliegue, la imaginación de Morrison nos enseña a encontrar espacio para respirar y rehacer el mundo. [...]