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Pequeñas insistencias que esculpen montañas del silencio

Creado el: 8 de septiembre de 2025

Pequeños actos de insistencia pueden esculpir montañas a partir del silencio. — Audre Lorde
Pequeños actos de insistencia pueden esculpir montañas a partir del silencio. — Audre Lorde

Pequeños actos de insistencia pueden esculpir montañas a partir del silencio. — Audre Lorde

El cincel de los actos mínimos

Lorde nos recuerda que el silencio no es vacío, sino una materia terca que puede moldearse. En The Transformation of Silence into Language and Action (1977) advierte que “Your silence will not protect you”, situando la voz como herramienta para tallar la realidad. La frase sugiere que la insistencia —no el gesto grandioso, sino la gota constante— pule aristas, abre grietas y, finalmente, cambia la forma del paisaje. Así, cada pequeño acto funciona como un golpe de cincel: breve, concreto, repetible.

Del callar al decir: ritmo y retorno

Desde ahí, hablar no es un estallido único, sino un ritmo que vuelve. La insistencia crea compás: decir, escuchar, ajustar, volver a decir. En “A Litany for Survival” (1978), Lorde convierte el miedo en letanía; la repetición no embota, afina. Del mismo modo, cuando una voz insiste, inaugura un espacio donde otras pueden responder. La transición del silencio a la palabra, entonces, no ocurre de una vez; sucede como un eco que regresa y se amplifica con cada intento.

Pequeñas victorias, grandes estructuras

A partir de esta base, la sociología describe el poder acumulativo de las “pequeñas victorias”. Karl E. Weick, en “Small Wins: Redefining the Scale of Social Problems” (1984), muestra cómo logros modestos reconfiguran problemas descomunales al hacerlos manejables. El boicot de autobuses en Montgomery no fue solo un gesto simbólico: fueron 381 días de caminatas, redes de autos compartidos y persistencia cotidiana tras el acto de Rosa Parks (1955–56). Cada día parecía poco; juntos, esculpieron una montaña legal y moral.

Hábitos diminutos como política diaria

En la vida íntima, la insistencia se encarna en hábitos: pedir el uso correcto de pronombres, corregir un chiste sexista, exigir accesibilidad en una reunión. James Clear en Hábitos atómicos (2018) y BJ Fogg en Tiny Habits (2019) popularizan esta lógica: microcambios sostenidos alteran identidades y contextos. Así, lo político se vuelve cotidiano, y lo cotidiano, transformador. Además, la repetición ofrece una ventaja: reduce la fricción del siguiente acto, como si el cincel encontrara cada vez menos resistencia.

El coro de los márgenes

Cuando muchas insistencias se alinean, el silencio deja de parecer natural. Las Madres de Plaza de Mayo comenzaron en 1977 a dar vueltas semanales con pañuelos blancos en Buenos Aires; ese gesto mínimo y reiterado convirtió el murmullo en interpelación pública sostenida. Al igual que en los coros, la suma de voces no solo aumenta el volumen: también armoniza, afina objetivos y crea memoria. Así, la insistencia colectiva no ruge: resuena, y en esa resonancia, cambia el tono del mundo.

Cuidar el pulso de la insistencia

Por último, insistir requiere sostén. Lorde lo formula con claridad en A Burst of Light (1988): cuidarme no es indulgencia, sino preservación y, por tanto, un acto político. El cuidado —descanso, comunidad, límites— mantiene el filo del cincel. Sin esa base, la repetición se agrieta en agotamiento; con ella, se vuelve práctica duradera. Así, el ciclo se cierra: del silencio a la palabra, de la palabra al hábito, del hábito a la estructura, y de la estructura al cuidado que permite empezar de nuevo.