Música contra la violencia: intensidad, belleza y devoción
Creado el: 12 de septiembre de 2025

Esta será nuestra respuesta a la violencia: hacer música con mayor intensidad, con mayor belleza y con mayor devoción que nunca. — Leonard Bernstein
Un credo artístico frente al daño
La frase de Leonard Bernstein propone un desplazamiento radical: en vez de responder a la violencia con más violencia, convertir el dolor en creación. No es evasión, sino una ética activa de transformación. Hacer música «con mayor intensidad, con mayor belleza y con mayor devoción» implica redoblar el compromiso con lo humano cuando lo inhumano parece imponerse.
Contexto histórico y resonancia pública
Estas palabras se atribuyen a Bernstein tras el asesinato de John F. Kennedy en 1963, en medio de un duelo cívico que exigía un gesto compartido. Difundidas por la prensa de la época, se convirtieron en un lema que articulaba luto y acción cultural. Desde ese origen, la idea se ha repetido en conmemoraciones donde el arte ofrece un lenguaje común para procesar la pérdida y sostener la esperanza.
La belleza como resistencia cívica
A partir de ahí, la belleza deja de ser adorno y se vuelve resistencia: afirma que la vida merece cuidado. Dostoievski hace eco en El idiota (1869) con la intuición de que «la belleza salvará al mundo», mientras Václav Havel (1978) habla del poder de lo veraz frente a la coerción. En otra latitud, la Séptima Sinfonía de Shostakóvich sonó en el Leningrado sitiado (1942), y su ejecución misma fue acto de resiliencia. Así, la estética se vuelve ética encarnada.
Intensidad y devoción: ética del oficio
La consigna de Bernstein traduce valores concretos del trabajo artístico: rigor, escucha y servicio. Intensidad no es estridencia, sino presencia total; belleza no es maquillaje, sino claridad y proporción; devoción no es culto a la obra, sino cuidado de la comunidad que la recibe. De este modo, cada ensayo y cada concierto se transforman en práctica cívica diaria que contradice la lógica del daño.
De la sala al barrio: la música como tejido social
Esa ética toma cuerpo en iniciativas comunitarias. El Sistema, fundado por José Antonio Abreu en 1975, mostró cómo la práctica orquestal puede ofrecer pertenencia y horizonte a jóvenes en contextos vulnerables. Del mismo modo, tras el atentado de Manchester (2017), los cantos colectivos en «One Love Manchester» ayudaron a transitar el duelo compartido. En ambos casos, la música reconstituye lazos donde la violencia los había roto.
Evidencia psicológica y social del arte
La investigación respalda estos efectos. El informe de la OMS de Fancourt y Finn (2019) sintetiza evidencia de que la participación artística reduce el estrés, mejora la regulación emocional y fortalece la cohesión social. Estudios sobre canto coral han observado disminuciones de cortisol y aumentos de sensación de unión, indicadores de sincronía y confianza. Así, la respuesta estética de Bernstein también es una respuesta con efectos medibles.
Más allá del consuelo: arte y responsabilidad
Con todo, la música no sustituye la justicia ni la política pública; las acompaña. Su función es sostener la imaginación moral que hace posible la reforma de las instituciones y la protección de las vidas. Por eso, la fórmula de Bernstein no es un final, sino un comienzo: crear con más intensidad para vivir con más responsabilidad, y así desactivar la espiral del daño sin renunciar a la verdad ni a la belleza.