Con todo, la música no sustituye la justicia ni la política pública; las acompaña. Su función es sostener la imaginación moral que hace posible la reforma de las instituciones y la protección de las vidas. Por eso, la fórmula de Bernstein no es un final, sino un comienzo: crear con más intensidad para vivir con más responsabilidad, y así desactivar la espiral del daño sin renunciar a la verdad ni a la belleza. [...]