Elevar al otro expande tu propio horizonte

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Cuando elevas a alguien, te elevas más allá de tu propio horizonte. — Kahlil Gibran
Cuando elevas a alguien, te elevas más allá de tu propio horizonte. — Kahlil Gibran

Cuando elevas a alguien, te elevas más allá de tu propio horizonte. — Kahlil Gibran

La reciprocidad que transforma al que da

Al principio, la frase de Gibran revela una paradoja fértil: al impulsar a otra persona, el sujeto que ayuda también crece. No se trata de una pérdida, sino de una expansión identitaria; al reconocer el valor del otro, ensanchamos la imagen que tenemos de nosotros mismos. Así, la generosidad no disminuye recursos internos: multiplica perspectivas, competencias y sentido de propósito.

Del yo al nosotros: cambio de horizonte

A continuación, el horizonte propio se amplía cuando desplazamos el foco del yo al nosotros. La empatía abre rutas cognitivas nuevas: comprender metas ajenas obliga a cuestionar creencias y a explorar soluciones inéditas. En ese tránsito, lo que parecía límite personal se vuelve punto de partida compartido, y la cooperación inaugura territorios que el individuo, por sí solo, no habría imaginado.

Gibran y la tradición del dar

Asimismo, Kahlil Gibran sugiere en El profeta (1923) que “dar” es, en el fondo, darse: ofrecer tiempo, atención o saber implica un acto de autotrascendencia. En sintonía, la mística sufí describe el servicio como pulir el corazón; al servir, el yo se vuelve más transparente a lo esencial. De este modo, “elevar” no es condescender, sino reconocer en el otro la posibilidad de nuestro propio florecimiento.

Psicología de la elevación moral

Desde otra perspectiva, la psicología ha descrito la “elevación moral” (Jonathan Haidt), emoción que surge al presenciar o realizar actos nobles y que motiva a imitar la virtud. Paralelamente, Allan Luks documentó el “helper’s high”, bienestar duradero asociado a ayudar. Estos hallazgos sugieren que el impulso de elevar a otros activa circuitos de significado y pertenencia, reforzando la idea de Gibran con evidencia empírica.

Liderazgo que multiplica capacidades

Por eso, el liderazgo servidor (Robert K. Greenleaf, 1970) encarna la tesis: líderes que desarrollan a su gente se vuelven más visionarios porque ven a través de más ojos. Piénsese en la mentora que comparte redes y criterios; cuando su equipo crece, también crece su radio de acción, su criterio estratégico y su impacto. Al elevar, el líder descubre capacidades que dormían en sí mismo.

Prácticas diarias para elevar y crecer

Finalmente, la idea se vuelve hábito con acciones concretas: ofrecer tutoría breve, practicar la escucha generativa, dar retroalimentación apreciativa y abrir oportunidades con bajo riesgo. Cada gesto construye capital social y cognitivo que regresa en forma de colaboraciones, aprendizajes y confianza. Así, elevar a alguien hoy se convierte en el puente que mañana nos permite mirar más lejos.