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El anhelo del cielo tras probar el vuelo

Creado el: 27 de septiembre de 2025

Una vez que hayas probado el vuelo, caminarás por la tierra con los ojos vueltos hacia el cielo, pue
Una vez que hayas probado el vuelo, caminarás por la tierra con los ojos vueltos hacia el cielo, pues allí has estado y allí anhelarás volver. — Leonardo da Vinci

Una vez que hayas probado el vuelo, caminarás por la tierra con los ojos vueltos hacia el cielo, pues allí has estado y allí anhelarás volver. — Leonardo da Vinci

El llamado del cielo

Al escuchar la frase atribuida a Leonardo da Vinci, percibimos un rito de paso: una vez que el horizonte se abre desde arriba, el suelo ya no basta. “Probar el vuelo” no describe solo despegar; nombra una transformación de la mirada. Desde entonces, los pies obedecen la gravedad, pero los ojos buscan de nuevo la altura. Esta tensión entre arraigo y aspiración se vuelve brújula íntima, orientando decisiones, oficios y sueños.

Leonardo y el sueño del vuelo

Conviene matizar la autoría: la sentencia no aparece en los cuadernos de Leonardo. Aun así, el espíritu coincide con su obra: del Codice sul volo degli uccelli (c. 1505), donde estudia corrientes y alas, al célebre tornillo aéreo y sus ornitópteros. En esas páginas, Leonardo transforma la curiosidad en método, y la contemplación del cielo en ingeniería. Así, la frase funciona como síntesis poética de un programa renacentista: conocer para elevarse, elevarse para conocer.

De Ícaro a Kitty Hawk

Desde esa raíz, la historia vuela de los mitos a la mecánica. Ícaro advirtió los riesgos de confundir deseo con prudencia, mientras que los Montgolfier (1783) y, más tarde, los Wright (1903) mostraron cómo la paciencia de taller convierte anhelo en sustentación. Los registros de Kitty Hawk detallan ráfagas, ángulos y distancias: ojos en el cielo, sí, pero manos midiendo el aire. Así, la nostalgia del vuelo aprende a hablar el idioma del viento.

Psicología del asombro

Asimismo, la psicología del asombro explica por qué el primer vuelo cambia la vida. Dacher Keltner y Jonathan Haidt (2003) describen el asombro como emoción que nos reubica ante lo vasto, reorganizando valores y metas. Maslow llamó a esas irrupciones “experiencias cumbre” (1964), cuya huella motiva la búsqueda de repetición y crecimiento. Incluso la novedad activa circuitos de recompensa —véase Bunzeck y Düzel, Neuron 2006—, de modo que el recuerdo del cielo no solo inspira: también refuerza, neurobiológicamente, el anhelo de volver.

El overview effect

En clave contemporánea, los astronautas hablan del overview effect: una conmoción cognitiva al ver la Tierra completa. Frank White lo denominó así en The Overview Effect (1987); Edgar Mitchell (Apolo 14) relató un “éxtasis” por la unidad del planeta que deseó revivir. Tras ese umbral, regresar implica cargar con una nueva responsabilidad: caminar la Tierra con la mirada elevada a su fragilidad. La frase atribuye esa misma torsión del deseo a cualquier primer encuentro con la altura.

La metáfora de trascender

Por extensión, “probar el vuelo” es metáfora de toda trascendencia creativa. Antoine de Saint‑Exupéry, en Terre des hommes (1939), narra cómo la navegación aérea forja una ética de precisión y riesgo que después se aplica a escribir y vivir. Del laboratorio a la cabina, y de ahí al taller del artista, la dinámica se repite: tocar una cota superior redefine el “suelo” de lo posible, y la obra diaria se convierte en la pista de despegue para volver a intentarlo.

Regresar con otra mirada

Finalmente, el equilibrio no consiste en negar la gravedad, sino en dejar que el cielo discipline los pasos. Quien ha visto desde arriba vuelve para diseñar alas mejores, comunidades más justas o preguntas más hondas. Así, la mirada alzada no es escapismo, sino orientación. Caminamos por la tierra, sí, pero con el cielo como norte: un recordatorio de que la altura más valiosa es la que, al alcanzarla, mejora la vida abajo.