Elegir lo que enciende y empezar ahora
Creado el: 29 de septiembre de 2025

Elige lo que te encienda, luego comienza sin demora. — Albert Camus
Una brújula para la vida concreta
La exhortación de Camus condensa una ética práctica: orienta la elección hacia aquello que despierta energía vital y, acto seguido, reclama acción. En vez de prometer sentido absoluto, propone un criterio humilde y vigoroso: si algo te enciende, es ahí donde la vida empieza a hacerse. Esta chispa no es capricho; es una señal de dirección. Así, la sentencia funciona como brújula en tiempos de dispersión, un recordatorio de que decidir sin ardor languidece y que posponer enfría.
Del absurdo a la acción inmediata
Con esa brújula, Camus rehúye la inercia. En El mito de Sísifo (1942) defiende la revuelta lúcida ante el absurdo: aceptar la falta de garantías sin renunciar a obrar. Elegir lo que enciende convierte la libertad en acto, y “comenzar sin demora” impide que el escepticismo se solidifique. Más tarde, en El rebelde (1951), aboga por una medida que una pasión y responsabilidad. Así, el impulso inicial no es un arrebato ciego, sino una decisión que se verifica en la práctica.
Superar la parálisis del perfeccionismo
A continuación, la sentencia enfrenta un enemigo moderno: la procrastinación perfeccionista. La psicología describe la brecha intención–acción y cómo los umbrales de inicio altos bloquean el avance. Estrategias como la “tarea mínima viable” y la regla de los 2 minutos popularizada por David Allen en Getting Things Done (2001) reducen la fricción y aprovechan el efecto Zeigarnik: al empezar, la mente busca completar. Empezar pronto, aunque sea pequeño, preserva el calor de la elección y convierte la motivación en tracción.
Urgencia encarnada: Camus en la Resistencia
Esta ética no quedó en el papel. Durante la ocupación, Camus escribió y editó en el periódico clandestino Combat, firmando editoriales a contrarreloj entre 1944 y 1945; su serie “Ni víctimas ni verdugos” (Combat, 1946) hizo de la prisa una virtud moral. Incluso con tuberculosis y precariedad, eligió la palabra como arma y comenzó sin esperar condiciones ideales. Más tarde, en “Regreso a Tipasa” dentro de L’été (1952), reconoce ese “verano invencible” interior que alimenta la perseverancia cuando el mundo se enfría.
Criterios para elegir lo que enciende
Seguidamente, elegir no es adivinar: es probar dónde el deseo sostiene el esfuerzo. Un buen indicador es la conjunción de curiosidad y dificultad adecuada. La psicología del flujo de Mihaly Csikszentmihalyi, Flow (1990), muestra que el compromiso crece cuando el reto iguala la pericia. Además, conviene preguntar: ¿esto amplía mi capacidad de cuidar, comprender o crear? Si la chispa se renueva al contacto con la realidad y no solo en la fantasía, probablemente has hallado un fuego sostenible.
El arte del primer paso
Luego, comenzar sin demora se traduce en tácticas concretas: declara un experimento de 30 días, fija un ritual breve de arranque y convierte el inicio en un gesto físico sencillo (abrir el cuaderno, compilar, llamar). Diseña un “ancla de tiempo” diario y protege un bloque pequeño pero sagrado. El objetivo no es la perfección, sino acumular inicios hasta que el inicio se vuelva identidad. La constancia enciende más que la grandilocuencia.
Error, medida y reajuste
Por otra parte, empezar rápido implica errar rápido. Camus defendió la “medida” en El rebelde (1951): pasión sí, pero con límites que eviten sacrificar lo humano. Evalúa por ciclos breves qué aprendiste, qué duele y qué vale la pena sostener. Al ajustar el rumbo, la chispa no se apaga: se depura. Así, el coraje inicial se convierte en una forma de lucidez en movimiento.
Sentido compartido y responsabilidad
Finalmente, lo que nos enciende florece más en comunidad. Camus insistió en la solidaridad: la elección cobra dignidad cuando también mejora la vida de otros. “Ni víctimas ni verdugos” recuerda que el fin no justifica cualquier medio; comenzar de inmediato no exime de responder por los efectos. De este modo, pasión y ética convergen: la energía que te mueve se vuelve también un bien que compartes.