Adaptarse o perecer: el mandato implacable de la naturaleza
Adaptarse o perecer, ahora como siempre, es el imperativo inexorable de la naturaleza. — H.G. Wells
El sentido del imperativo
Para empezar, la frase de Wells condensa una ley sobria: la vida persiste solo si cambia al ritmo de su entorno. El “imperativo inexorable” no es una amenaza, sino un recordatorio de que estabilidad y movimiento no se excluyen; la continuidad depende de la renovación. En ese marco, adaptarse no equivale a rendirse, sino a recalibrar, aprender y recomponer identidades para seguir actuando con eficacia.
Wells entre ciencia y ficción
A continuación, conviene situar la voz que la pronuncia. Wells, novelista y divulgador formado en biología, aprendió con T. H. Huxley a leer la historia como proceso evolutivo (Wells, Experiment in Autobiography, 1934). Sus ficciones son ensayos sobre la adaptación: en The Time Machine (1895), Eloi y Morlocks encarnan lo que ocurre cuando la especialización rompe el equilibrio; quienes dejan de responder a presiones cambiantes se condenan a la fragilidad. Del mismo modo, su The Outline of History (1920) vincula progreso y plasticidad cultural.
Selección natural y Reina Roja
Desde esta base, la biología aporta el andamiaje conceptual. Darwin, en On the Origin of Species (1859), mostró que la selección natural favorece variaciones útiles bajo determinadas condiciones. Más tarde, la ‘hipótesis de la Reina Roja’ propuso una carrera perpetua entre organismos y entornos coevolutivos: para mantenerse en el mismo lugar, hay que correr (Van Valen, 1973). El resultado es claro: no existe adaptación definitiva, solo ajustes continuos que evitan el desfase.
Lecciones de laboratorio
Esta lógica se observa en tiempo real. El experimento de evolución a largo plazo de Lenski, con poblaciones de E. coli desde 1988, documenta mejoras sostenidas de aptitud y la aparición de innovaciones sorpresivas, como el uso de citrato en presencia de oxígeno (Blount et al., PNAS 2008). Asimismo, la resistencia a antibióticos emerge y se difunde cuando la presión selectiva lo incentiva; reducirla exige estrategias combinadas y rotación de fármacos, no meros aumentos de dosis.
Economía y destrucción creativa
Al trasladar la idea a lo social, la economía confirma el patrón. Schumpeter describió la ‘destrucción creativa’ que renueva industrias al reemplazar lo obsoleto por lo oportuno (Capitalism, Socialism and Democracy, 1942). Ejemplos sobran: Blockbuster declinó al ignorar la transición al streaming que Netflix lideró, mientras que empresas que pivotaron a modelos digitales sobrevivieron. La agilidad organizacional, más que el tamaño, decide la permanencia.
Clima, riesgos y resiliencia
Con el clima, la urgencia se intensifica. El IPCC (AR6, 2021–2022) subraya que la adaptación —desde infraestructura costera y agricultura climáticamente inteligente hasta alertas tempranas— reduce pérdidas, aunque no sustituye la mitigación. Comunidades que diversifican medios de vida, restauran ecosistemas y planifican ‘retiradas gestionadas’ resisten mejor olas de calor, inundaciones y sequías. Aquí, adaptarse significa planificar con justicia temporal: pensar en décadas, no en ciclos electorales.
Ética y límites de la adaptación
Sin embargo, adaptar no puede ser coartada para la desigualdad. La historia del mal llamado ‘darwinismo social’ advierte contra justificar jerarquías como “naturales”. Amartya Sen recuerda que el desarrollo amplía capacidades, no solo ingresos (Development as Freedom, 1999); por eso, la adaptación legítima prioriza a los más vulnerables y evita cargar el costo en quienes menos contribuyeron al riesgo. Ética y eficacia se refuerzan cuando la protección es inclusiva.
Cómo adaptarse en la práctica
Por último, la práctica exige método. Equipos y personas que aprenden rápido combinan experimentos pequeños, ciclos OODA —observar, orientar, decidir, actuar— (Boyd, ca. 1976) y tolerancia a fallos a través de redundancias y opciones reales. La ‘antifragilidad’ prospera con variabilidad al distribuir apuestas y limitar pérdidas (Taleb, 2012). En suma, medir, iterar y cuidar márgenes de seguridad convierte el mandato de Wells en una disciplina cotidiana.