Ver sin ojos: la verdadera visión humana

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El hecho de que un hombre no pueda usar sus ojos no significa que le falte visión. — Stevie Wonder

Vista y visión: una distinción esencial

Para empezar, la frase de Stevie Wonder separa dos realidades que a menudo confundimos: ver y tener visión. La vista es biología; la visión, en cambio, es sentido, propósito e imaginación orientada hacia el futuro. Así, no mirar no implica carecer de dirección; al contrario, sugiere que la brújula más decisiva no se aloja en la retina, sino en la mente y el corazón. Esta distinción nos invita a pasar de lo evidente a lo significativo: de lo que está frente a nosotros a lo que somos capaces de concebir y construir.

Ecos históricos que iluminan la idea

A partir de esta distinción, la tradición cultural ofrece ejemplos elocuentes. La leyenda sostiene que Homero era ciego, y sin embargo la ‘Ilíada’ y la ‘Odisea’ han guiado imaginarios durante milenios. Más tarde, John Milton escribió su soneto ‘When I Consider How My Light Is Spent’ (c. 1655) explorando cómo el servicio y el sentido sobreviven a la pérdida de la vista. En el siglo XX, Borges ironiza en ‘Poema de los dones’ (1960) sobre una biblioteca vasta ante unos ojos que no ven, subrayando que la lucidez no depende del órgano visual. En conjunto, estas voces convergen: la visión es un acto de lectura interior del mundo.

La ciencia de ver con la mente

En paralelo, la neurociencia muestra cómo el cerebro reorganiza rutas para sostener la visión interna. Estudios de neuroimagen hallaron que personas ciegas activan corteza occipital al leer braille, lo que evidencia neuroplasticidad (Sadato et al., Nature, 1996). Además, investigaciones sobre imaginación y navegación auditiva describen mapas espaciales construidos sin señales ópticas, valiéndose de sonido, tacto y memoria. Lejos de ser un sustituto menor, este reencableado confirma que visualizar es una función distribuida: integramos experiencias, lenguaje y emociones para proyectar escenarios. Por tanto, la visión —como guía de acción— es una síntesis cognitiva, no un reflejo fotográfico.

Stevie Wonder y la imaginación sonora

Asimismo, la propia obra de Wonder ejemplifica esa visión creadora. Con discos como ‘Talking Book’ (1972), ‘Innervisions’ (1973) y ‘Songs in the Key of Life’ (1976), reinventó el soul y el pop mediante sintetizadores analógicos y complejas capas rítmicas; el riff de clavinet en ‘Superstition’ convirtió textura en brújula. Más que describir el mundo visible, sus arreglos dibujan mundos posibles: justicia, ternura, juego y esperanza. En su caso, la visión no corrige una carencia: amplifica una presencia artística y ética que orienta a oyentes y colegas hacia nuevas combinaciones de sonido y sentido.

Herramientas que amplifican la visión

De ahí que la tecnología y el diseño inclusivo no ‘compensen’, sino que canalicen visión. El sistema de Louis Braille (1824) transformó el tacto en lectura y autonomía. Hoy, lectores de pantalla, descripciones de audio y buenas prácticas web (W3C, WCAG 2.1) convierten información en acción. Cuando ciudades incorporan señalización táctil y acústica, o cuando equipos redactan documentos accesibles, no solo eliminan barreras: multiplican perspectivas. La visión florece cuando los entornos dejan de exigir ojos para participar y empiezan a exigir imaginación para incluir.

Cómo cultivar visión en lo cotidiano

Finalmente, la visión se entrena. La lectura atenta —en tinta, braille o audio—, las conversaciones con personas de contextos distintos y la práctica de imaginar escenarios alternativos afinan criterio y propósito. Helen Keller narra en ‘The Story of My Life’ (1903) cómo el lenguaje abrió horizontes que sus sentidos no anticipaban, recordándonos que nombrar también es ver. Del mismo modo, revisar nuestros proyectos con preguntas guía —¿para quién?, ¿para qué?, ¿qué impacto duradero?— convierte metas en brújula. Porque, en última instancia, tener visión es sostener una dirección ética y creativa, incluso con los ojos cerrados.