Sembrar preguntas para cosechar caminos inesperados

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Lleva tus preguntas como semillas; algunas germinarán en senderos que nunca imaginaste. — Haruki Mur
Lleva tus preguntas como semillas; algunas germinarán en senderos que nunca imaginaste. — Haruki Murakami

Lleva tus preguntas como semillas; algunas germinarán en senderos que nunca imaginaste. — Haruki Murakami

El gesto de sembrar

La imagen de Murakami nos invita a cargar preguntas como quien guarda semillas en el bolsillo: con cuidado, pero sin prisa. Una pregunta no es un veredicto; es un comienzo. Rilke lo insinuó en Cartas a un joven poeta (1903): hay que vivir las preguntas ahora para merecer, con el tiempo, alguna respuesta. Así, la curiosidad deja de ser ruido y se vuelve método, una forma humilde de abrir surcos en lo desconocido.

Paciencia y estaciones del pensamiento

Desde ahí, toda semilla reclama estaciones: silencio, agua y espera. Las preguntas germinan cuando resistimos la ansiedad por concluir. La psicóloga Carol Dweck mostró en Mindset (2006) que una mentalidad de crecimiento transforma el “no sé” en terreno fértil: el error es un abono y no una plaga. Del mismo modo, sostener la incertidumbre prepara raíces más hondas. Solo entonces el terreno mental se vuelve poroso a lo inesperado que llega.

Serendipia: cuando el camino aparece

A medida que brotan, los senderos se abren donde no había mapa. Alexander Fleming descubrió la penicilina en 1928 al notar un moho que contaminó sus placas y mató bacterias; lo fortuito se volvió hallazgo porque su mirada estaba preparada. No en vano Pasteur afirmó en 1854 que “el azar favorece a las mentes preparadas”. Así, las preguntas-semilla no dictan el itinerario, pero predisponen a reconocer pistas que otros pasarían por alto.

Prácticas para cultivar preguntas fértiles

Para aumentar la germinación, conviene un vivero: un cuaderno solo de preguntas, reformular afirmaciones como hipótesis y ensayar “¿y si…?” y “¿por qué no…?”. En creatividad, Mihaly Csikszentmihalyi observó en Creativity (1996) que los innovadores sostienen fases divergentes antes de converger; Tim Brown popularizó algo afín en Change by Design (2009). Primero se siembra abundante; luego se aclarean brotes. Así, el cultivo no ahoga el germen con respuestas prematuras, sino que le da aire.

Ecos filosóficos y narrativos

Esta intuición dialoga con el método socrático, que en los Diálogos de Platón —Apología (c. 399 a. C.) y Teeteto (c. 369 a. C.)— muestra cómo la pregunta pare, más que la respuesta dicta. En la ficción de Murakami, de Kafka en la orilla (2002) a 1Q84 (2009–2010), los protagonistas siguen enigmas que los desvían de rutas previsibles; al aceptar el desvío, revelan capas de sí y del mundo. La pregunta, entonces, narra y a la vez transforma.

Cosecha ética y colectiva

Por último, sembrar preguntas tiene un costado comunitario: no buscamos solos. Paulo Freire defendió en Pedagogía del oprimido (1970) una educación problematizadora, donde preguntar dignifica y devuelve agencia. En esa clave, nuestras semillas deben cuidar el suelo: abrir posibilidades sin desarraigar a nadie. Así, cerramos el círculo con Murakami: algunas preguntas germinarán, sí, y lo harán en senderos que aún no vemos; pero llegarán mejor si caminamos juntos y con responsabilidad.