Por último, aceptar la naturaleza colectiva de la creatividad puede resultar liberador. Pedro Calderón de la Barca y muchos otros, al igual que Peter, entendieron que todo creador es también un heredero cultural. Reconocer que nuestras ideas surgen de una red compartida no resta mérito: al contrario, permite que la originalidad sea un acto de diálogo, memoria y, por qué no, de autorización inconsciente para transformar lo previo en algo nuevo. [...]