Finalmente, trasladar este entendimiento a la vida diaria implica fomentar ambientes donde se celebren tanto la razón como la emoción, alentando a niños y adultos a experimentar, equivocarse y expresar sus pasiones. Seguir el ejemplo de la inteligencia que se divierte, como sugiere Robinson, nos permite abrazar la creatividad como camino personal y colectivo hacia una existencia más plena y significativa. [...]