Por último, Kierkegaard recuerda en Obras del amor (1847) que el sentido madura cuando se orienta al otro. La devoción diaria se concreta en actos humildes: escuchar sin prisa, cumplir una promesa, reparar un daño. No añade grandeza espectacular, pero sí densidad moral. Al cerrar el día, lo forjado no es solo comprensión de uno mismo, sino una vida que, paso a paso, se vuelve respuesta para quienes nos rodean. [...]