El progreso no exige pureza, sino ritmo. La filosofía de mejora continua o kaizen (Masaaki Imai, Kaizen, 1986) propone avances modestos y persistentes, capaces de vencer la inercia sin agotar la voluntad. Diez pequeñas decisiones coherentes superan una gran decisión aislada, porque consolidan identidad y norma. Por eso, cuando fallemos, el retorno temprano importa más que la culpa: volver a votar hoy por el mundo deseado. Finalmente, al unir hábitos, diseño del entorno y estructuras que facilitan lo valioso, la frase de Mead deja de ser lema y se vuelve método: una coreografía de microvotos que, con el tiempo, cambia el resultado. [...]