Finalmente, responder al miedo con una perseverancia serena es elegir una valentía tranquila que aprende a diario. Se avanza por compases pequeños y sostenibles, anclados en valores explícitos y herramientas simples. Así, el miedo deja de ser un espectro que negamos para convertirse en un ritmo que acompasamos. Y, como sugiere la tradición kierkegaardiana, ese modo de caminar no promete facilidad, pero sí profundidad: presencia lúcida, libertad ejercida y una esperanza que trabaja silenciosamente. [...]