Para transitar de la consigna al cumplimiento, conviene unir generaciones, cuidar los cuerpos que sostienen la lucha y construir instituciones porosas. Experiencias como el presupuesto participativo de Porto Alegre (1989) ilustran cómo la imaginación cívica puede volverse regla de juego. A la vez, la memoria —archivos, testimonios, lenguas— permite aprender sin repetir tropiezos. Por último, medir impactos con transparencia y corregir rumbos asegura que la misión siga viva. Así, incluso en la oscuridad, la acción compartida enciende un camino. [...]