Así, volvemos al inicio con una lección simple: el paraíso no se encuentra, se fabrica; y la obra nos reclama entrar en ella para terminar de secar la pintura con el calor de la experiencia. Al trazar y atravesar, nos volvemos autores de nuestro paisaje y aprendices de nuestro propio camino. El cuadro te espera: toma el pincel, abre la puerta. [...]