Para que la brisa no se estanque, conviene un diseño amable. Empieza con una regla mínima: cambiar el 1% del día. Programa “ventanas” cortas en el calendario, anótalas en un cuaderno y celebra micrologros; un compañero de osadía ayuda a sostener el ritmo. Si algo no resulta, reajusta el mueble, no la casa entera.
En última instancia, la osadía fresca es una higiene del vivir: abrir, ventilar, recolocar y seguir. Así, los muebles de tus días se ordenan al servicio de lo que importa, y la rutina deja de ser pasillo estrecho para convertirse en hogar con vistas. [...]