Finalmente, la identidad se fragua en la repetición. Como resumió Will Durant su lectura de Aristóteles en The Story of Philosophy (1926): “somos lo que hacemos repetidamente; la excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito”. El “único y constante latido” del que habla Keller no promete milagros inmediatos; ofrece, en cambio, una metamorfosis discreta y profunda. Paso a paso, hábito a hábito, ese compás crea una vida que, mirada en retrospectiva, parece obra de un gran impulso, cuando en realidad fue la música paciente de la constancia. [...]