Finalmente, integrar el retroceso como fase de avance nos conduce a una visión más realista y equilibrada de la vida. Tal y como el proverbio sugiere, estar dispuestos a retroceder requiere coraje y clarividencia. Al hacer espacio para la reflexión y la estrategia, se multiplica la eficacia de los pasos futuros. Así, el auténtico progreso se fundamenta en la capacidad de combinar movimiento hacia atrás y hacia adelante, en sintonía con los ritmos propios de nuestro devenir. [...]