Finalmente, lo extraordinario se cultiva con hábitos diseñados. Tres prácticas: 1) Reencuadre deliberado: describe un objeto común con verbos de otra disciplina (“¿y si mi agenda fuera un coro?”). 2) Restricción fértil: limita materiales o tiempo para forzar decisiones (10 fotos con un solo ángulo). 3) Prototipo público: comparte versiones tempranas y ajusta con evidencia.
Con el tiempo, estas pequeñas valentías crean tolerancia al riesgo y mejoran el criterio. Así, hacer que lo ordinario sea audaz deja de ser una consigna y se vuelve método: una forma sostenida de producir, con cuidado y propósito, lo extraordinario. [...]