Finalmente, si el silencio hiere, hablar con cuidado sana. Nombrar el deseo, delimitarlo y encauzarlo —en diálogo honesto, en escritura expresiva al modo de Pennebaker, o en creación artística— convierte la fiebre en forma. Lorca llamó duende a esa fuerza que, al atravesar el cuerpo, halla voz. De este modo, el mayor castigo se disuelve en acto: decir no es incendiar el mundo, es evitar arder por dentro. [...]